Un día de estos entro en tu casa,
con un arma en la mano y te acribillo
aunque sea de agua.
Todo sea por desahogarme.
O secuestro tu perro flaco
y te pido de rescate un beso
o dos caricias.
Todo sea por consolarme.
O te regalo un ramo de flores
con olor a cloroformo
y así mirarte sin chocar con tus ojos.
Todo sea por degustarte.
Un día de estos te persigo por las calles
pisando tus pisadas,
amando cada huella.
Todo sea por orientarme.
O cojo el primer tren que te esquive
huyo de ti como un cobarde
y empiezo una nueva vida.
Todo sea por resucitarme.
Ernesto Pérez Vallejo
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